Tiene razón Claudia, no va a pasar eso en México si alcanzaran la estatura del buen gobierno, del diálogo parlamentario, del presupuesto responsable sin deuda dTiene razón Claudia, no va a pasar eso en México si alcanzaran la estatura del buen gobierno, del diálogo parlamentario, del presupuesto responsable sin deuda d

‘Aquí nunca va a pasar eso’

La afirmación en días recientes de la presidenta Sheinbaum en torno al resultado electoral en Chile, donde el 58% de los votantes le otorgó una victoria contundente al candidato de extrema derecha, José Antonio Kast, exhibe una confianza superlativa al tiempo que un desconocimiento serio.

La presidenta sustenta su dicho en que la 4T y especialmente ella como mandataria gozan —hasta ahora, año 1 de su administración— del 70% de apoyo entre los electores.

Pero por una descabellada razón, asume que eso va a ser permanente. Se equivoca.

El solo ejercicio del poder genera un desgaste creciente a lo largo del periodo de gobierno para todo gobernante; si a esto sumamos inconformidad creciente entre la población por aspectos específicos de su gobierno, se combinan factores que cuestionan el “aquí no va a pasar eso”.

Claudia Sheinbaum tiene un contundente respaldo popular del 70% (encuesta de EL FINANCIERO de noviembre). Sin duda, un índice de aprobación envidiable para muchos mandatarios de la región, empezando por el vecino del norte.

Pero debe ponerse en perspectiva: subió al poder en diciembre del 2024 con 84% de aprobación. En 12 meses ha perdido casi 15 puntos, una cifra que podría encender las luces de alerta si no fuera porque su respaldo sigue siendo abundante.

Sin embargo, la valoración de otros aspectos de gobierno no es tan favorable: la corrupción, o la lucha en contra de la corrupción, recibe una sonora cifra negativa que alcanza los 80 puntos.

La salud, la educación y, de forma muy señalada, la seguridad obtienen también cifras negativas considerables.

La 4T celebró su fiesta de 7 años de la victoria el pasado 6 de diciembre en el Zócalo capitalino con el nutrido respaldo de cientos de miles de acarreados. Docenas de autobuses provenientes de cada estado cumplieron el compromiso de enviar a ciudadanos de todas las regiones. Todo un festival de la victoria y del gobierno del pueblo.

Unido y cobijado por sus simpatizantes.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. Hay indicios de fracturas al interior del movimiento; hay fisuras claras entre líderes, legisladores y miembros del partido. La señora Sheinbaum podrá pregonar a diestra y siniestra que Morena representa al pueblo unido, pero hay señales claras de que líneas de gestión en su gobierno son ampliamente rechazadas por la ciudadanía.

De forma muy señalada, la corrupción rampante que inunda espacios en todos los estados, el surgimiento de las nuevas fortunas morenistas al viejo estilo del PRI de antaño, las cada vez más frecuentes relaciones y vínculos entre dirigentes de Morena con delitos como el huachicol, el contrabando y el narcotráfico.

El mentado gobierno de la transformación bien puede acabar como la concentrada ambición desmedida de una serie de políticos que se enriquecieron de forma descomunal al amparo del partido y del caudillo.

La impunidad, la ausencia de investigaciones, la carencia absoluta de acción legal, se suman al manto protector de Morena y sus dirigentes.

La repartición desmedida de dinero mediante la vía de programas sociales les hace creer que tienen garantizado el poder, el triunfo y el control por décadas por venir.

El insulso Adán Augusto dijo hace tiempo que hasta 50 años gobernaría Morena.

Lo preocupante es que el poder absoluto que hoy ejercen sobre el Poder Legislativo completo, sobre el Poder Judicial, sobre los gobiernos de los estados no tiene contrapeso ni equilibrio.

Veremos en semanas una iniciativa de reforma electoral que atenta con destruir la incipiente democracia mexicana, mediante la eliminación de organismos, consejeros, presupuestos a partidos de oposición y muchas triquiñuelas más. La meta es eliminar el piso parejo; no será necesario destruir a partidos; se irán desgastando solos ante la ausencia de dineros públicos y de condiciones equilibradas para competir.

Nadie podrá con el monstruo morenista que, como en toda dictadura populista, aplastará todo. Si la reforma avanza como parece, las elecciones en México volverán a ser un juego de espejos y apariencias, donde todos saben de antemano quién saldrá ganador.

La pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Podrán perder las elecciones del 27, del 30, del 33?

La única esperanza de los restantes mexicanos libres y demócratas es una fractura interna que provoque la división y el desgajamiento, como el viejo PRI de los 80.

Tiene razón Claudia, no va a pasar eso en México si alcanzaran la estatura del buen gobierno, del diálogo parlamentario, del presupuesto responsable sin deuda disimulada y creciente: no va a pasar eso si admiten reestructurar Pemex, que es una coladera que tira el dinero de los mexicanos; no va a pasar si avanzan en construir un Estado de derecho.

Pero todo apunta a que no será así, de tal forma que Morena puede ser derrotado como todos los partidos enquistados en el poder. Hasta que un día los expulsa una ciudadanía harta de pillajes y mentiras.

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